Decíamos por aquí hace algunos meses, que la primera Autopía, el ambicioso evento de coches de Ifyoulikecars, tuvo muchas luces, pero también muchas sombras. Que vimos los mimbres de una fiesta tan esperada como necesaria para el petrolhead ibérico pero que, lamentablemente, sufrió de una ejecución mejorable.
Así las cosas, el pasado 22 de abril asistimos a Autopía en su segunda edición, de nuevo en el Bosque del Santander de Boadilla del Monte y, de nuevo, con las expectativas muy altas; las del que sabe que, si hay voluntad de cambio, el cambio es posible.
La oferta era similar en contenido a la vez anterior pero superior en cantidad: una jornada entera entre automóviles y motos de todas las épocas y estilos, aderezada esta vez con la presencia de leyendas -de metal y de carne y hueso-, de las 24 horas de Le Mans en su centenario.
En total, cientos y cientos de vehículos que se dieron cita en una gran fiesta del motor que pretendía subsanar sus errores pasados y mirar de tú a tú a eventos fuera de nuestras fronteras. ¿Lo consiguió esta vez?
En primer lugar, el mayor orden y claridad de lo que veía el visitante era palpable, incluyendo códigos QR con la historia de cada coche que hacían del viaje por el bosque como si de un paseo por una biblioteca se tratase. Zonas temáticas bien diferenciadas y el nivel de máquinas que uno podía esperar solo con ver la descripción del evento.
Afortunadamente, las mejoras continuaban en el punto crítico de la experiencia y el que seguro dio más de una pesadilla a la organización tras la primera vez: la restauración. Admitámoslo, no es nada sencillo calmar la sed y el hambre de miles de personas en tiempo y forma y, en momentos críticos, las colas son prácticamente inevitables. Pero, frente al descontrol y a la escasez de la que fuimos testigos hace unos meses, ganó la abundancia y la variedad.
Y rematando, el lago. En el lago se había echado el resto; auténticos cochazos irrepetibles, terracita, ambiente de evento de postín y el coloquio sobre Le Mans como broche de oro a una obra hecha con amor y esmero. Disfrutamos con el homenaje a los Corvette, con el homenaje a los 60 años del 911, con la visión de Paula (el Kimera EVO37 de Teo Martín) y así con una larga lista que borró de nuestra boca ese sabor agridulce que nos dejó la primera Autopía.
Solo después de comprobar una obra hecha con amor y esmero, con el propósito de enmendar errores y con un implícito sentido de deuda, uno puede poner en valor lo que ha supuesto esta Autopía 2.0. Un concepto que ha sabido resistir y perfeccionarse para que, el mero arraigo de la cultura del motor que ha generado garantice su supervivencia y su éxito venidero.
Nos vemos en la próxima.