Desde hace cerca de una década, en la industria de la automoción sólo hay algo que está más de moda que los SUV: criticar a los SUV. Es cierto que esta clase de coches, a mitad camino entre un turismo y un todoterreno, tienen varios inconvenientes inherentes a sus características técnicas y a su concepto de vehículo, muy alejado de lo que desearían los consumidores más puristas.
Sin embargo, es increíble ver la rapidez con la que muchas personas (que además no coinciden en absoluto con el perfil del comprador medio) alivian su ira de forma inmediata y recurrente contra los fabricantes por lanzar al mercado una serie de productos que, con sus debilidades objetivas, cubren bien las necesidades de sus clientes, cumplen con sus expectativas, responden a sus demandas y les aportan un gran valor añadido. ¿Qué se esconde detrás de este conjunto de ataques, ya normalizados? ¿Por qué existe ese odio contagioso contra los “todocaminos”?
Los SUV: Sus inicios
Sport Utility Vehicle es un término que empezó a popularizarse en Europa con la llegada del Mercedes-Benz Clase M (W163) en 1997. Dos años más tarde, recibiría la respuesta comercial de su competencia con el lanzamiento de la primera generación del BMW X5 (E53). Pese a tratarse de firmas alemanas, sendos automóviles fueron diseñados en un principio para satisfacer a un usuario estadounidense que, desde que Jeep crease su Cherokee XJ a mediados de los 80, deseaba un tipo de vehículo más robusto y versátil que las hasta entonces populares berlinas, pero más compacto que las no menos comunes camionetas.
Como suele ocurrir en casi todos los aspectos de la vida, el gusto de los consumidores europeos acabó por americanizarse y, pocos años después, marcas generalistas como Nissan y Ford cosecharon grandes éxitos en el Viejo Continente con sus Qashqai y Kuga, obligando al resto de fabricantes a diseñar coches similares.
Las desventajas de los SUV
Estos productos demuestran tener un peor comportamiento dinámico si se comparan, a igualdad de tamaño y prestaciones, con sus homólogos en otras categorías. Y es que, al ser más pesados y disponer de más distancia entre la carrocería y el suelo, su centro de gravedad queda más alto, lo que provoca inercias y balanceos poco deseados durante una conducción deportiva o durante una maniobra de esquiva (los ingenieros de chasis suelen compensar, mal que bien, estas deficiencias dinámicas tan evidentes a base de muelles más rígidos).
No sólo eso. Debido a su mayor masa y a su mayor volumen (por tanto, mayor superficie de fricción con el aire durante el avance), su consumo energético también es mayor (es decir, son menos eficientes). Y no acaba ahí. Con base en sus elevadas cifras de venta, su posicionamiento comercial y el uso habitual de más cantidad de materiales para su construcción, su precio es relativamente superior.
Las ventajas de los SUV
A cambio, las ventajas de los SUV son grandes y numerosas para la inmensa mayoría de los usuarios, los cuales cabe recordar que no buscan el mejor paso por curva ni los límites de estabilidad en un automóvil de calle pues, en su día a día, rara vez apreciarán esa ausencia de virtudes en un vehículo que ofrece mucho más que sensaciones al volante.
Los que tratan a esta clase de productos como verdaderos apestados saben bien, pero pretenden ignorar, que tienen un acceso mucho más cómodo a al habitáculo, así como una posición de conducción bastante más elevada que mejora tanto la ergonomía como la visibilidad. También favorece en gran medida, respecto a un coche convencional (más bajo), la seguridad pasiva en caso de impacto, pues los órganos principales del cuerpo humano quedan a una altura superior y, por lo tanto, tienen menor posibilidad de ser golpeados.
Para quienes suelen ocupar todos los asientos (y en un SUV puede haber hasta siete u ocho, cosa improbable en el resto del mercado salvo en monovolúmenes grandes y al borde de la extinción), las carrocerías de estos “todocaminos” albergan cabinas mucho más espaciosas, especialmente en términos de verticalidad (distancia entre banquetas y techo), algo que tienen en buena consideración las personas de mayor estatura.
Además, aquellas que conviven con niños pequeños, agradecen no padecer físicamente al acomodarlos, al instalar sus SRI o al abrochar sus cinturones de seguridad en las plazas traseras. Lo mismo ocurre al guardar o al sacar equipaje del maletero (que siempre es más voluminoso que en un compacto o un familiar a igualdad de longitud, sistema de propulsión y esquema motriz), pues el piso de la boca de carga suele quedar a una cota más natural que sólo requiere más esfuerzo corporal cuando se desea colocar objetos que inicialmente se encuentren en el suelo sobre el que apoyan las ruedas del coche.
Una mayor altura libre entre carrocería y suelo que permite circular sobre superficies irregulares con ciertas garantías (pues es más difícil rozar los bajos del vehículo), una mayor facilidad para encontrar modelos que dispongan de tracción integral, ideal para potenciar las características todoterreno, y un aspecto vigoroso que transmite una falsa sensación de empoderamiento, de éxito y de confianza en el conductor, terminan por redondear una clase de automóvil que destaca entre los demás por su nivel de confort promedio, de habitabilidad, de practicidad y de polivalencia. En otras palabras, cada formato cuenta con sus pros y sus contras, pero se puede decir que, objetivamente, este se acerca más a las exigencias, al equilibrio a las aspiraciones personales por las que suspira la parte más plural de la sociedad.
Entonces, ¿Qué hay de malo en ellos para menospreciarlos de tal manera? ¿A qué viene ese empeño tan destructivo hacia los SUV? En mi opinión, estas críticas pueriles e insistentes, frecuentemente poco justificadas, encumbren un miedo irracional a que desaparezcan los turismos tradicionales y “la variedad” por parte de una porción de los usuarios y los aficionados al mundo del motor que, aunque radical y minoritaria, hace mucho ruido.
Así, llegan incluso a eclipsar la lógica de compra que aplica la mayoría de la población, cuyas necesidades de transporte están mejor resueltas en un vehículo amplio y apto para varios usos, a veces sin siquiera renunciar al placer, la emoción y la diversión a sus mandos. Y es que muchos eligen y prefieren ser verdaderos talibanes de lo conservador antes que entender la evolución natural de este sector.
Recuerdo que algo parecido tuvo lugar a principios del presente siglo con la adopción masiva de transmisiones automáticas por parte de la mayoría de las firmas europeas, casi siempre como opción y no como estándar (ahora es al revés). Por aquel entonces, se tendía a desprestigiar, con cierto eufemismo, un avance orientado a la facilidad de uso que normalmente busca el grueso de los potenciales consumidores de coches y a generar una opinión de rechazo hacia una democratización tecnológica bajo el lema simplista de “si adquieres esto, significa que eres aburrido y no te gusta conducir”.
Al final, los beneficios de este tipo cajas de cambios terminaron con un aumento exponencial de su demanda. No tengo duda de que volverá a pasar lo mismo con los SUV.