Opinión: ¿DGT o libertad? Crónica de una distopía

En la realidad posmoderna, el implacable avance de la administración sobre nuestras vidas se ha tornado algo cotidiano. Con el ejemplo reciente de la pandemia, hemos constatado el poder que ejerce el miedo sobre la población y cómo, en ciertas ocasiones, sirve de pretexto para clamar por una seguridad que, aun atropellando flagrantemente muchas libertades, consiga mitigar el malestar que nos provoca ese miedo.

Es en estas lides donde los conductores no somos precisamente unos novatos. La sombra de la Dirección General de Tráfico es alargada y lleva año tras año atormentándonos -ni qué decir a los más aficionados-, proyectándose hacia un horizonte en el que cada vez nos quiere más adoctrinados, más temerosos y más cautivos de su afán regulatorio (y recaudatorio).

El último episodio de esta larga lucha terminó hace muy poco, cuando se aprobó el texto definitivo dela reforma de la Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial y como pequeño triunfo (o premio de consolación) seguiremos pudiendo superar en 20 km/h la velocidad máxima para adelantar en carreteras convencionales.

Podríamos creer que, por una vez, se ha impuesto el sentido común o que no todo vale para carga con el sambenito de asesina a la velocidad, pero lo cierto es que esto simplemente supone una anécdota, una minúscula piedra en la hoja de ruta de la DGT. Si la institución nunca se caracterizó por servir al conductor, sino de intentar poner a este último a su servicio, es de sobra conocido que, con un director de orquesta como Pere Navarro de vuelta a las andadas, el panorama no será mucho mejor.

Tabla de sanciones límite de velocidad DGT
DGT: límites de velocidad y multas por superarlos

Como salido del famoso libro de Maquiavelo “El Príncipe”, para Pere Navarro el fin justifica los medios. Y claro, con un objetivo tan prioritario como es reducir la mortalidad en accidentes de tráfico, la actitud finalista justifica casi todo, además de servir como excusa para otro tanto. La política de “el muerto” es un cálculo amarillista, que ni por asomo ataca problemas de fondo relacionados con la siniestralidad y que coloca sobre los conductores un halo de potencial culpabilidad.

Pensad si se pusiera el mismo empeño en mejorar la educación vial que en perseguir, por ejemplo, la velocidad. ¿Cuál sería el resultado? ¿Individuos que ejercen su libertad conduciendo con la responsabilidad que le ha conferido esa formación? O, por el contrario, ¿avanzaríamos en la misma dirección que ahora, con una manada de asustados conductores siempre vigilantes de su velocímetro? No creo siquiera que necesitéis una respuesta…

Dron de la DGT para control del tráfico
Drones de la DGT

Pero, más allá de las particularidades técnicas y de ciertas medidas, con sus pros y sus contras, se trata de un debate moral. Delegar el futuro de la circulación al arbitrio de unos pocos que ni siquiera muestran amor por aquello sobre lo que tienen autoridad, es una cuestión moral. Del mismo modo, ser saqueado por infringir una de las muchísimas normas -que exceden las que serían estrictamente necesarias en un caso ideal-, también lo es.

El cúmulo de despropósitos que, por tanto, ha tenido que afrontar el petrolhead promedio en los últimos años roza lo obsceno. Despojado de cualquier atisbo de libertad individual, ha de plegarse a lo que, cada cierto tiempo, le vaya siendo dictado; cómo, dónde y qué conducir y un largo etcétera. Paso a paso, avanzando con su “inestimable” contribución hacia el ideal de los cero muertos en carretera, tornando distopía en el proceso.

Quizás, como venimos observando en otros órdenes de la vida, sea solo que una corriente de infinita bondad y paternalismo se hayan colado por cada rendija de la DGT y todo esto sea por nuestro bien. Porque si no, uno pudiera llegar a pensar que, efectivamente, se la han colado.., y bien.

En fin, querido lector, no pretendo mentirte; el horizonte es oscuro para nosotros. Puede que cuando vayamos uno detrás de otro por nuestras carreteras (todas de peaje), con la prohibición de adelantar, a 50km/h en nuestros coches electrificados a 3€ el KWh y después de haber abonado el correspondiente -y abusivo- impuesto de tracción “eléctrica”, solo lamentemos una muerte; la nuestra, pues hará ya tiempo que hayamos dejado de vivir.

O puede que nada de eso termine ocurriendo...

Publicado el 
16/10/2021
 en
Opinión