Hace ya mucho tiempo que el McLaren F1 GT se paseó por Sexta Marcha, una leyenda de unicornios que os contamos en este enlace y que dio como resultado la creación de tres homologation specials.
De aquel tortuoso proceso a contrarreloj debía salir también un catálogo del propio McLaren F1 GT, como si se tratara de un coche normal en un concesionario normal, ¿os acordais? Pues bien, esta es la historia de cómo nació el que, quizás, sea el mejor catálogo que se haya hecho nunca.
Imagínate que el gran Gordon Murray te coge a ti y a dos colegas y os dice: “chavales, coged la cámara, las llaves de este McLaren y marchaos un par de días por las Highlands. A la vuelta me enseñáis las fotos, son para un catálogo. Venga, tirad millas”.
Que sí, que no fue así exactamente, pero seguro que las órdenes de Murray a los tres responsables de lo que iba a ser el catálogo del McLaren F1 GT -Collin Curwood, Mark Roberts y Kevin Richards-, no iban muy desencaminadas. Unas órdenes simples que, en suma eran: “creadme un catálogo para el GT.”
Aunque el objetivo no era el mero hecho de la creación del catálogo, sino tirarlo en la mesa de la FIA como prueba incontestable de lo road legal que era el GT nacido para las carreras y, de paso, lanzar un órdago a Mercedes y Porsche y al resto de competidores. El resto, como se suele decir, ya es historia.
De este modo, se fueron los tres protagonistas, con el primer McLaren F1 GT recién fabricado (chasis 56XPGT) a Escocia, en pleno invierno y con mal tiempo. Gordon Murray les dijo antes de marchar que si estaban seguros de ello, que no existía otro coche y que estaba literalmente nevando allí donde querían ir. “Gracias por el apoyo” fue todo lo que recibió Murray como respuesta.
Tres días de viaje medio improvisado por las Highlands parando a tomar fotos, con el único apoyo de un BMW ranchera para crear la magia. Con la luz justa, sin estudio, sin Photoshop, pero con un aparato de valor incalculable en un escenario de película. El resultado de la parte fotográfica fue, sin embargo, tan épico que basta ponerse en la piel de Collin Curwood para que sea inevitable que se te erice el vello.
La maquetación y el diseño gráfico, obra de Roberts y Richards, era simple y efectiva; no hacía falta adornar demasiado a uno de los coches más increíbles de la historia y menos aún en esta versión super especial de la que solo se fabricaron tres unidades. Unas pocas características técnicas, frases potentes para ensalzar el legendario V12 de BMW y las espectaculares tomas.
Al final, de la simple formalidad, nació un producto de colección que forma parte de la memoria del automovilismo y cuya historia nos sigue emocionando. Es tan old school, tan repentina y tan maravillosa que podría haber sido perfectamente de Sexta Marcha.., si hubiéramos nacido 30 años antes.