6:30 am. Sonaba de nuevo el despertador en la ciudad de Le Mans. Después de escasas tres horas de sueño y con toda la emoción en el cuerpo de un primer día intenso, era momento de continuar.
Otro día más encarábamos el camino hacia el circuito con las primeras luces del día. Como si de una gran peregrinación se tratara -Le Mans Classic lo es en cierto modo-, en cada esquina, en cada rotonda, avistábamos todo tipo de aparatos. Por mucho que un Mercedes C 300 e diste de un Ferrari 328, una mirada cómplice entre verdaderos petrolheads es suficiente para saber que somos de la misma especie. Ese sentimiento de pertenencia, de hermandad, sin importar nada más que la pasión compartida, quizás sea fundamental para que cosas así sigan en marcha-pensábamos para nuestros adentros-.
Una vez en el circuito, el plan estaba más que claro. Siendo el día que comenzaban las carreras de verdad en Le Mans Classic, tocaba sentir la acción en primera línea de fuego; hoy "viviríamos" en el Pit Lane. Recelosos de poder perder el mejor sitio, estábamos colocados en el muro desde primera hora y, gracias a que aquí la fiesta nunca para, pudimos observar los desfiles o parades de muchos clubes. No dejan de ser una especie de track day de corta duración, así que es buena oportunidad para ver hasta qué punto los dueños de un 997 GT3 RS 4.0 o de un Diablo VT se atreven a exprimirlos en el mítico trazado francés.
A esto le siguieron los clasificatorios de “Endurance Racing Legends”, como paso previo al inicio (ahora sí) de todas las carreras del fin de semana. Frente a los “discretos” ruidos de deportivos o superdeportivos modernos, los coches de esta manga son capaces de poner los pelos de punta, de generar un orgasmo auditivo que solo te lleve a sonreír mientras frunces ligeramente el ceño por la intensidad del sonido. Junto con los grupo C, esta categoría -un mix de GT1, LMP1, LMP2 y demás joyas extintas-, probablemente sea de las más atractivas. No en vano, pudimos crecer viendo sus hazañas.
La magnitud de la experiencia del Pit Lane alcanza cotas inenarrables muy a menudo e imaginamos que os podéis hacer una idea. Pero cuando a lo lejos se aproxima un unicornio como es el Mazda 787B para amenizar los tiempos entre eventos, pedal a fondo por la recta de meta, estirando los cuatro rotores de su Wankel hasta el corte de inyección, alcanzas el Nirvana. Unas cuantas vueltas de exhibición para conmemorar el 30º aniversario de su victoria.
Extasiados y perdidamente adictos a este cúmulo de sensaciones, la mañana del sábado continuó con la "Jaguar Classic Race" y luego, turno de los Grupo C. Si sentís curiosidad por los resultados y las clasificaciones, próximamente publicaremos un resumen en otro artículo.
Pasada tras pasada, los grupo C representan los excesos de los 80 y 90. Siluetas extremadamente afiladas, motores enormes de potencias disparatadas y un cúmulo de olores que nos hacen sentir vivos. Aderézalo con las sucesivas paradas de los participantes para los cambios de pilotos y ya lo tienes todo. Es realmente emocionante ver los rituales de contorsionismo de los gentlemen drivers -muchos de ellos pilotos de estas bestias en su día-, deslizándose al interior de un habitáculo minúsculo, mientras su compañero de equipo busca aliento al salir de aquel horno, empapado en sudor.
Casi una hora después, la carrera termina. Una acción constante sin remilgos, donde sale a relucir la competitividad innata y donde nadie está a salvo de averías. Por cosas así, Le Mans Classic es más que una recreación fidedigna de los grandes premios del pasado.
¿La parte mala de este horario frenético donde hay mucho por ver? Sacrificar ciertos hitos del programa. Así, no pudimos acudir a la tradicional subasta en pro de recorrer de nuevo el Pit Lane durante la carrera de "Endurance Racing Legends". Pero, entendednos, nos moríamos de ganas de ver la pugna de los LMP1 en directo.
Nuestros héroes de Gran Turismo se lo merecían. Bentley Speed 8, Ferrari 333 SP, Audi R8 LMP… Fugaces estelas pasando a metros del muro y luego, superando los 320 km/h por la recta de Mulsanne. Momentos que quizás hayas experimentado en la consola y que, in situ, resultan tan familiares como emotivos.
Tras más de seis horas sin parar, necesitábamos un pequeño descanso antes de continuar con la "Porsche Classic Race". Lo creáis o no, entre la motivación enfermiza de no perder detalle y el sol de justicia de aquel día, casi nos da una buena pájara. Nada que no pudiera arreglar un plato de comida y varios litros de agua.
Pilas cargadas y por delante, toneladas de acción. Primero con esa "Porsche Classic Race"; un revoltijo de categorías y generaciones plagado de nueveonces sufriendo el calor en sus motores refrigerados por aire. Y, por supuesto, el clásico sonido metálico de los bóxer.
Terminadas las support races y antes de comenzar con el primer bloque de carreras de las parrillas, otra curiosidad de Le Mans Classic es "Little Big Mans". Aquí, un puñado de niños se enfundan vestimentas de época y corren con réplicas a escala de coches míticos en su Le Mans particular. Muy afortunados y empedernidos petrolheads si nadie lo remedia.
La ceremonia con la que se da el pistoletazo de salida a las carreras es, de hecho, justamente eso. Un disparo y la tradicional carrera hacia los coches como se hacía antaño en las 24h; un caos con cierto orden donde el más pícaro es capaz de remontar varias posiciones en una carrera breve e intensa donde cada segundo supone mucho. El orden de la primera tanda hasta medianoche fue: parrrillas 4, 5, 6, 1, 2 y 3. Un bucle que se repite durante casi 24 horas hasta la hora de comer del día siguiente y que alcanza su pico durante la noche.
Otro día más, la caída del sol es uno de los momentos mágicos de Le Mans. Boxes preparados, coches repostando y entradas y salidas continuas del Pit de los bólidos de preguerra en este caso. Máquinas casi centenarias e imponentes envueltas en una doble lucha: contra el resto de coches y contra ellas mismas. Un equilibrio precario en cada curva donde las inercias conjuran contra unas ruedas finísimas y que, a pesar de no ser tan espectacular como otras épocas, es igualmente hipnótico.
Y así llegamos, en esta rave automovilística, a la noche de Le Mans Classic. Un Pit Lane abarrotado donde se congregan pilotos, mecánicos, fotógrafos y algún curioso a la luz de los focos. El momento donde los sentidos se agudizan y todo suena más alto, huele más fuerte y se siente más especial. Relevos supersónicos, charcos de aceite y la estampa de ilustres aparatos como el Ferrari 250 GT Breadvan (aun más famoso por el accidente que sufriría a la mañana siguiente). Ojalá nadie nos hubiera despertado.
Lamentablemente, eran casi las cuatro de la mañana y con un viaje de vuelta de 1200 kilómetros por delante, llegaba el momento de decir adiós a esta aventura. Una sobredosis de motor de la que aun no nos hemos recuperado del todo y que prometemos seguir narrando en Le Mans Classic 2023.
¡Mientras se acerca la siguiente fecha, permaneced atentos a los próximos artículos de Le Mans!
