Opinión: Ferrari Purosangue, ¿insulto a la sangre Ferrari?
El sendero hacia la SUVerización es tortuoso e incierto para las marcas de lujo más tradicionales. Si cuando se lanzó el prototipo del Bentley Bentayga, ciertas voces clamaron al cielo por su barroquismo atroz y algo suavizado en la versión final, algo similar sucedió con el Rolls-Royce Cullinan, una suerte de palacete victoriano con ruedas. En el otro extremo, el de la deportividad, Lamborghini hizo lo propio aportando macarrismo con su Urus y la última en subirse al carro ha sido Aston Martin con el DBX.
En esta vorágine de nuevos modelos sobreelevados en la cúspide de la industria automotriz, Ferrari seguía manteniéndose un poco ajena a la pelea, como aquella aldea de irreductibles galos -italianos en este caso-. Sin embargo, no eran pocos los que auguraban y profetizaban el advenimiento del primer SUV de la marca del Cavallino, dejando toda una retahíla de rumores y renders a su paso.
Finalmente, la firma de Maranello se decidió a revelar su proyecto de SUV hace ya casi cuatro años. La noticia fue acogida de maneras muy diversas y podríamos resumirla como el triunfo de lo inevitable, aunque a buen seguro hubiera hecho al mismísimo Enzo retorcerse en su lugar de descanso eterno. Pero, más allá de la herejía manifiesta que supone en la casa de Ferrari esta creación, ¿el Purosangue estimulará o tirará por tierra el halo de la marca más famosa del mundo?
Primero, debemos entender Ferrari como mucho más que un mero fabricante de superdeportivos y profundizar en su modelo de negocio para descubrir qué ha cambiado desde los tiempos de Il Commendatore para semejante giro en la política de la casa.
En los inicios, el propio Enzo Ferrari admiraba su creación como el pretexto suficiente y necesario para continuar con su legado en las carreras. Semejante pedigrí para los modelos de calle los volvía un objeto de deseo, una plataforma perfecta donde volcar su experiencia y un medio de financiación de la aventura del Motorsport. Con Luca Cordero di Montezemolo como CEO, Ferrari se sostuvo a través de tres patas: sus coches, su merchandising y el impacto de la Fórmula 1. Las dos primeras -aunque más la segunda-, eran un negocio tremendamente lucrativo impulsado por la tercera. Además, unos números de producción limitados y el halo de series especiales garantizaban que, junto a una política de adquisición e intercambio realmente misteriosa y restrictiva, la línea de negocio de los automóviles estuviera asegurada.
El relevo de Montezemolo por Sergio Marchionne (que en paz descanse), trajo consigo varios cambios en la estrategia comercial de la compañía y solo bajo este paraguas se entiende el alumbramiento del Purosangue. De los bajos números de producción celosamente mantenidos en la etapa previa, Marchionne no quiso oír hablar, entendiendo que la expansión de Ferrari debería venir también por ese lado. Expansión de una Ferrari que se había separado del consorcio FCA en 2020 (ahora parte de Stellantis), que ya cotizaba en bolsa y que pretendía explorar más segmentos y mercados.
Irremediablemente, hablar de un crecimiento en ventas en plena era de electrificación y normativas más restrictivas supondría abandonar los privilegios de los pequeños fabricantes en esta materia y adoptar soluciones que, de haber llegado en otro contexto -cosa harto probable-, lo hubieran hecho más tarde. El Ferrari LaFerrari fue el escaparate y punto de partida de este viraje y a él se unió el SF90; un SUV era ya casi inevitable.
El proyecto de un SUV es made in Marchionne en 2018 y será una realidad próximamente (2023) bajo la batuta de Benedetto Vigna. La receta que han seguido en Maranello para vencer y convencer es aún sorpresa, pero la hibridación estará presente en el Ferrari más lógico y práctico de la historia. Solo nos preguntamos si, en efecto, convencerá.
Los sucesivos renders, mulas circulando y las últimas fotos espía que hemos visto auguran una especie de GTC4 Lusso elevado de 5 puertas, más al estilo de un Allroad que de un todoterreno al uso e incluso con cierto deje del Maserati Levante en algunos trazos. ¿Es prostituir el Cavallino? ¿Es el peor de los destinos para el logo de Ferrari? Como hemos visto en numerosas ocasiones en las dos últimas décadas, solo el tiempo juzgará con objetividad la nueva creación de Ferrari.
Para nosotros, difícilmente un SUV colma nuestras expectativas de vehículo aspiracional -aun menos de la composición mental de un Ferrari- y a buen seguro que no estará presente en los fondos de pantalla de los petrolhead de nuevas generaciones. Sin embargo, es tarea del mercado decidir si hay vida más allá de los grandes coupés y las berlinettas que fueron estandarte de la marca de automóviles más famosa del mundo.
Y a ti, ¿qué te parece el Purosangue?